jueves, 3 de diciembre de 2009

VINAGRE Y ROSAS: LAS DOS CARAS DE JOAQUIN

El tío Joaquín tiene dos caras: una que da un trago de vinagre y lo escupe a la cara de las personas bienpensantes y otra que se acerca a regalar rosas negras a los oídos de todo aquel que tenga un mínimo de sensibilidad. Quizá me quede con el Sabina avinagrado. Me gusta ese punto canalla, nocturno y gamberro que ha parido canciones tan grandes. Pero también me gusta, y mucho, cuando se desangra y se deja el alma en cada estrofa.
Con su último disco le han llovido críticas de los más respetados y reputados críticos de este país y de El País y ha levantado serias de dudas acerca de su capacidad creativa. Sinceramente, no entiendo la razón. Que a estas alturas de su vida pretendan echar por los suelos una carrera tan coherente como la suya me parece de risa, mas cuando los músicos afines al partido que gobierna andan estos días manifestándose contra la piratería y por la dignificación del trabajo de los artistas. Quizá el hecho de que Sabina siempre se haya pronunciado a favor de las descargas de música ha provocado esta falta de corporativismo musical. Aunque tampoco hubo ese corporativismo cuando el régimen de Castro encarceló a Gorka Águila, cantante de Porno para Ricardo, grupo contrario a la política del cubano. ¡Que poca solidaridad en el mainstream hispano!.
De un tiempo a esta parte Sabina ha dado un giro vital y literario hacia otros derroteros y prefiere la compañía de poetas como Benjamín Prado, parte fundamental de este disco, de Luís García Montero o del difunto Ángel González, al que le dedica una gran canción, a la compañía de músicos, algo que no me extraña dado el mamoneo que hay en la industria musical a gran escala. Es un paso más en su carrera intachable y que muchos con sus dudas hacen que un disco aceptable se convierta en una obra que, para ellos, no merece la pena. Entre tanta mediocridad musical, no esta de más escuchar al tío Joaquín con su voz de sexagenario vividor y canalla regalando rosas o escupiendo vinagre. Y sólo por canciones como Tiramisu de limón, a dúo con los, para mi, sobrevalorados Pereza, Parte meteorológico y, sobre todas, Crisis (que letra tan actual y tan clara), el disco merece la pena. Desde luego no va a haber otro 19 días y 500 noches, mezcla perfecta del vinagre con las rosas, y siempre es mejor escuchar un disco suyo por muy mediocre que sea, que el mejor disco de grupos o cantantes que despiertan alabanzas entre esos críticos.
Un saludo, cosas malas

No hay comentarios:

Publicar un comentario