CERRANDO OTRO CAPITULO

Una de las cosas que tiene el ser maestro y pertenecer al colectivo de la tiza, es que los años se cuentan por cursos escolares. La perspectiva temporal cambia y el final del año se celebra no sólo cuando por calendario toca, si no también cuando llega el mes de Junio y repliegas velas hasta Septiembre. Algunas veces vuelves al mismo puerto del que partiste y otras te esperan nuevos destinos. Este es mi caso.
Después de un periplo vital y laboral que me ha llevado a pasar en poco más de 10 años (se entiende, cursos escolares) por diferentes lugares de la geografía aragonesa, desde los fríos páramos turolenses hasta las tórridas llanuras monegrinas zaragozanas, pasando por lo que llaman la Toscana aragonesa, que es el Matarraña, y en los que la vida, de manera inevitable, ha ido unida al trabajo, el curso que viene aterrizo en la capital de la República Baturra de Aragón. Colegio nuevo, nuevos compañeros, nuevo alumnado y nuevas familias. Todo nuevo. Por el camino han pasado y quedado muchas personas con las que has compartido muy buenos momentos y otros no tan buenos. Muchas situaciones vividas que, en definitiva, pasan a formar parte de ti ya que se han pegado como lapas a tu vida y a tu forma de verla y entenderla.
Cada vez que te despides de algo y de alguien, aunque tengas una coraza tan dura como la de un armadillo, la sensación de tristeza es normal e inevitable. Es esa mezcla agridulce de marcharte habiendo hecho las cosas lo mejor que sabes con la inevitable sensación del paso del tiempo aderezado con el dejar atrás ciertos paisajes y paisanajes, la que te lleva a intentar plasmar todo aquello que sientes en unas líneas que no sabes quien leerá, pero que, al menos, te sirven como desahogo cuando te ahoga esa sensación.
Hoy termina otro curso y otro año que me ha volado de las manos. Al menos este final de curso me voy con la sensación de que empieza otro capítulo en mi historia laboral que en mi vida ya ha comenzado.
Un saludo, cosas malas